"LA LOCA"
A la loca no la dejaban salir. Desde que murió su madre apenas la habían visto. Andaba por la casa paseando sus estancias, con la mirada perdida. Cuando alguien preguntaba por ella decían siempre: no quiere ver a nadie, huye de la gente, apenas ha visto a nadie desde que murió su madre. Ya no es la que era. Su hermano el mayor viene todos los días, es el que le trae la comida; como se tiene que ir al campo, viene temprano y por la tarde al anochecer vuelve con la comida, la ropa y lo que necesite…está poco tiempo y las cuñadas nunca… los otros hermanos vienen poco, alguna vez se ven, las visitas son pocas, se pueden contar con los dedos de las manos,… dice la familia: estas cargas no son para nadie, el Estado tiene que hacerse cargo de ellas, nosotras bastante tenemos con lo nuestro.
Los vecinos la oyen hablar sola, dar voces, golpear los muebles, a veces quejarse o llorar desconsoladamente durante largas horas, nunca le dejan lumbre, por si se quema, dicen…
Cuando preguntan por qué está así, la gente calla, otros dicen que tuvo ataques de Alferecía hace mucho tiempo y algo le debió quedar. Otros dicen que tuvo un novio de muchacha y que éste, al enterarse de la enfermedad que había tenido, se la dejó, y aquello fue lo que la trastornó para siempre, desde que murió su madre (su padre había muerto bastantes años antes) vive sola y sólo se ve venir a su hermano todos los días a traerle las cosas que necesita.
De estas personas no se acuerda nadie, todos se evaden, ni familia ni amigos, nadie... Molestan y nadie se acuerda de ellas. Cuando su madre vivía, salía con ella a comprar a la plaza, a la Iglesia, a dar un paseo, nunca quiso que la internasen en ningún sitio, decía que su hija con quien mejor estaba era con ella, y eso sí que era verdad, los padres son quienes mejor cuidan a sus hijos y en estos casos, mucho más.
Ya hace tiempo que está sola, y los padres no van a volver. No sale, nadie la ve, su vida debe de ser muy triste, a la mañana le sigue la tarde y a la tarde la noche, a un día le sigue otro día, y a un mes otro mes. Tendrá miedo, frío, necesidad de comunicarse. A una persona no se la puede tener así, los centros, con sus limitaciones, (que todos los centros las tienen) algo tendrán que hacer. Allí hay médicos, cuidadores, comidas a tiempo, podrá comunicarse con los demás internos, hacer alguna amistad y, sobre todo, no verse sola, abandonada, porque eso tiene que ser ahora su mayor dolor. Tal vez allí encuentre lo que aquí no tuvo.
La vida es muy dura para los que no tienen nada y mucho más para los que tienen menos que nada, para los que sólo tienen sus limitaciones. Así no puede estar esta mujer, y alguien tendrá que buscarle un sitio donde estar y el Estado tiene la obligación de proporcionárselo. No nos damos cuenta del daño que hacemos con estarnos quietos, con no hacer nada, con callar, con pasar desapercibidos, como si no nos diéramos cuenta de las tragedias ajenas, y con nuestra actitud les hacemos perder todas las esperanzas.
A la loca hace muchos que no se la oye, no sabemos si viva o si haya muerto, si queda alguien que la recuerde o si está ya archivada en el olvido. Si su recuerdo crea remordimiento, si nadie quiera recordarla o si recordarla nos trae cierta melancolía.
A veces, repasando los archivos de mi memoria, vienen a mis recuerdos hechos como éste, que me inquietan y me hacen pensar más en lo que no hicimos y si con lo que hicimos nos quedamos cortos o si lo que se hizo fue lo mejor y otra alternativa hubiera sido menos acertada.
A la loca no la dejaban salir. Desde que murió su madre apenas la habían visto. Andaba por la casa paseando sus estancias, con la mirada perdida. Cuando alguien preguntaba por ella decían siempre: no quiere ver a nadie, huye de la gente, apenas ha visto a nadie desde que murió su madre. Ya no es la que era. Su hermano el mayor viene todos los días, es el que le trae la comida; como se tiene que ir al campo, viene temprano y por la tarde al anochecer vuelve con la comida, la ropa y lo que necesite…está poco tiempo y las cuñadas nunca… los otros hermanos vienen poco, alguna vez se ven, las visitas son pocas, se pueden contar con los dedos de las manos,… dice la familia: estas cargas no son para nadie, el Estado tiene que hacerse cargo de ellas, nosotras bastante tenemos con lo nuestro.
Los vecinos la oyen hablar sola, dar voces, golpear los muebles, a veces quejarse o llorar desconsoladamente durante largas horas, nunca le dejan lumbre, por si se quema, dicen…
Cuando preguntan por qué está así, la gente calla, otros dicen que tuvo ataques de Alferecía hace mucho tiempo y algo le debió quedar. Otros dicen que tuvo un novio de muchacha y que éste, al enterarse de la enfermedad que había tenido, se la dejó, y aquello fue lo que la trastornó para siempre, desde que murió su madre (su padre había muerto bastantes años antes) vive sola y sólo se ve venir a su hermano todos los días a traerle las cosas que necesita.
De estas personas no se acuerda nadie, todos se evaden, ni familia ni amigos, nadie... Molestan y nadie se acuerda de ellas. Cuando su madre vivía, salía con ella a comprar a la plaza, a la Iglesia, a dar un paseo, nunca quiso que la internasen en ningún sitio, decía que su hija con quien mejor estaba era con ella, y eso sí que era verdad, los padres son quienes mejor cuidan a sus hijos y en estos casos, mucho más.
Ya hace tiempo que está sola, y los padres no van a volver. No sale, nadie la ve, su vida debe de ser muy triste, a la mañana le sigue la tarde y a la tarde la noche, a un día le sigue otro día, y a un mes otro mes. Tendrá miedo, frío, necesidad de comunicarse. A una persona no se la puede tener así, los centros, con sus limitaciones, (que todos los centros las tienen) algo tendrán que hacer. Allí hay médicos, cuidadores, comidas a tiempo, podrá comunicarse con los demás internos, hacer alguna amistad y, sobre todo, no verse sola, abandonada, porque eso tiene que ser ahora su mayor dolor. Tal vez allí encuentre lo que aquí no tuvo.
La vida es muy dura para los que no tienen nada y mucho más para los que tienen menos que nada, para los que sólo tienen sus limitaciones. Así no puede estar esta mujer, y alguien tendrá que buscarle un sitio donde estar y el Estado tiene la obligación de proporcionárselo. No nos damos cuenta del daño que hacemos con estarnos quietos, con no hacer nada, con callar, con pasar desapercibidos, como si no nos diéramos cuenta de las tragedias ajenas, y con nuestra actitud les hacemos perder todas las esperanzas.
A la loca hace muchos que no se la oye, no sabemos si viva o si haya muerto, si queda alguien que la recuerde o si está ya archivada en el olvido. Si su recuerdo crea remordimiento, si nadie quiera recordarla o si recordarla nos trae cierta melancolía.
A veces, repasando los archivos de mi memoria, vienen a mis recuerdos hechos como éste, que me inquietan y me hacen pensar más en lo que no hicimos y si con lo que hicimos nos quedamos cortos o si lo que se hizo fue lo mejor y otra alternativa hubiera sido menos acertada.
Fdo. Valentín Villalón