martes, 13 de marzo de 2012

"LOS CUATRO MONAGUILLOS" - CAPITULO IX - DE ANTONIO MORENA

Capítulo IX




LA VIRGEN DEL VALLE NO TIENE CUERPO


Tiene mi pueblo una ermita donde se venera a la Virgen del Valle. Su cara es delgada, de tez blanca y algo sufriente. Cuentan que cuando la guerra, se quemaron los santos y al acabar ésta se restablecieron las imágenes. Dicen que el cajón donde venía la imagen de nuestra patrona, se intercambió con el cajón de la imagen de la patrona de El Pozuelo, la Virgen de los Santos, de facciones más agradables. Esto no es obstáculo para que los aldeanos adoren a su Virgen con pasión.

Cuando ya los monaguillos nos familiarizamos con la ermita, escudriñábamos sus rincones: el corralillo, para buscar nidos de pájaros, y el camerino de la Virgen. Recuerdo que estaba lleno de exvotos colgados de las paredes y del techo. Éstos simbolizaban todos los milagros y favores que había hecho la Virgen del Valle a sus fieles devotos. Algunos llevaban letreros que decían: “Por haber librado a mi hijo de ir a África “. También pendían muletas del techo, piernas, caras y manos de cera y cuadros de las paredes. Abundaban sobre todo las piernas y los brazos. En uno de los cuadros reconocí a mi primo Felixín, el aguador, que le pilló el carro con la cuba de agua por encima y no le pasó nada.

La familia encargó al guarda forestal, un aficionado a la pintura, que retratara el suceso, cosa que éste realizó con bastante realismo, en un estilo muy naïf.

Un día que subimos al camerino a tocar la campana para la misa, se nos ocurrió curiosear la imagen de la Virgen, y descubrimos con extrañeza que no tenía piernas ni cuerpo; que en su lugar sólo había palos de madera ensamblados, formando un armazón de forma piramidal y que sujetaba el manto.

- ¡Ahí va, pero si no tiene piernas ni cuerpo!…-exclamamos al unísono.

Nos llevamos una enorme sorpresa. Días más tarde, en la parroquia, nuestra curiosidad infantil no se podía reprimir. Nos atrevimos a levantar las túnicas de todos los santos que estaban a nuestro alcance, y resultó lo mismo que con la imagen de la Virgen. Entre risas y aspavientos, no sin antes mirar a todos lados por si nos veía D. Vicente, llegamos a la conclusión de que había dos tipos de santos: los que tenían cuerpo y los que no. Era fácil reconocerlo, pues los sin cuerpo estaban vestidos, tapando sus vergüenzas de… madera.

CONTINUARÁ…

Antonio Morena Ruedas.
 

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